Mi vida en los cacaoatales

Anécdota 2: El chocolate y yo 

Tenía 2 años y ya era consciente de la fuerte atracción que sentía por el sabor del chocolate, pero no de la golosina sino del chocolate para beber, sin embargo ignoraba que dicha bebida tenía una historia complejísima e importante, que en general es poco conocida por sus asiduos consumidores de hoy en día. El chocolate que tanto atesoraba comenzó como una bebida que contenía además de cacao, maíz, chile y agua,  de hecho la leche no figuraba entre sus ingredientes. Quizá por mucho tiempo se consumió la pulpa de cacao como una bebida fermentada, pero la evidencia más temprana encontrada hasta la fecha señala a los Olmecas como los primeros que utilizaron la semilla para crear una bebida, a partir de estos antiguos descubrimientos la planta del cacao y la bebida que hoy consumimos se fueron transformando según los ires y venires de la sociedad humana. He leído que los Mayas la servían caliente, mientras los Aztecas la servían fría y con la llegada de los españoles se fusionaron las culturas y el chocolate pasó a prepararse con leche, dicho producto fue introducido por los europeos pues antes de ellos no había vacas en América. Además de leche otros ingredientes que embellecieron su aroma y sabor son las almendras, la canela, y el azúcar, y con ello llegó a ser finalmente la bebida dulce y espumosa que hoy conocemos.

Mi madre había preparado chocolate, estaba muy caliente así que se dispuso a enfriar un vaso para mí, de la misma manera familiar con la que siempre se enfriaban las bebidas en mi casa, vaciando el líquido una y otra vez entre dos recipientes. Me fascinaba ver a mi mamá hacer un chorro que parecía conectar a los dos vasos, por unos segundos ambos vasos compartían el líquido, eran lo mismo, como si la leyes de gravedad no causaran efecto en el líquido. Tanto me interesaba el proceso, que con gusto me ponía a enfriar las bebidas cuando tuve edad para que se me permitiera hacerlo, tenía metas personales, cada vez que había oportunidad de practicar trataba de que el chorro fuera más alto, el no derramar ni una sola gota me hacía sentirme satisfecho, aunque sólo lo lograra en contadas ocasiones. Casi 30 años después descubrí que de manera similar los Mayas mezclaban el chocolate hace casi un milenio, pero en lugar de vasos utilizaban jícaras, colocaban una en el suelo y alzando los brazos por sobre la cabeza dejaban caer el chocolate en un chorro de al menos metro y medio de alto, que fascinante habría sido verlos, aquel niño que fui se hubiese impresionado mucho al saber que esa hazaña era posible. En realidad los Mayas más que enfriar el chocolate buscaban espumarlo, pues la espuma contiene la manteca del cacao y esta era sumamente preciada, quizá por su valor energético.

Mientras mi madre enfriaba el vaso de chocolate que me daría, inició una acalorada discusión con mi padre, pero yo no podía enfocar mi pensamiento en otra cosa que no fuera el chocolate que bebería, despreocupada mi madre colocó el chocolate sobre la orilla de la mesa. Al sentir que se les olvidaría darme el chocolate que me habían prometido, decidí tomarlo por cuenta propia, pero para un ser de dos años las mesas son estructuras gigantescas, por lo que al jalar el vaso con mis pequeñas manos, el chocolate se derramó sobre mí. Inmediatamente cesó la discusión y mis padres corrieron en mi auxilio, pero según recuerda mi hermana, yo tenía puesto un suéter y al quitármelo la piel de mi brazo quedó adherida a él. Esa cicatriz me acompañará toda la vida, pero afortunadamente he aprendido que si no ocurre una cosa no es posible la otra, une ejemplo es que hoy no estaría escribiendo esta anécdota extraña y no tendría una cicatriz que al contrario de esconder, me agrada observar sobre la piel de mi brazo izquierdo, y de vez en cuando me hace sonreír al recordar que hay una historia que comenzó hace décadas entre el chocolate y yo.


Comentarios

  1. Hermosa historia, a veces las cosas más deliciosas nos dejan marcados de por vida.

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