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Mostrando las entradas de julio, 2019

Un canto marino

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Un mugido que suena como sonaría una enorme toro en el agua, seguido de sonidos semejantes aa bufidos y una resonancia que me hace evocar al ave rabihorcado inflando el pliegue rojo que posee bajo su pico, haciéndolo vibrar para atraer a una hembra. Todos estos sonidos suenan tan sistemáticos que en lugar de incomodar al oído, le invitan a relajarse como  si escucharan una opera. Son las canciones que los machos de la ballena de alas grandes o jorobadas cantan a sus posibles conquistas.  Año tras año la canción especial que los machos entonan cambia, quizá alguien olvidó la letra o existen modas musicales debajo del mar. Talvez se encuentran con amigos de otras comunidades cetáceas y comparten ideas unos con otros. Me pregunto ¿Qué pensarían los antiguos marineros si descubrieran que no eran sirenas sino machos en celo? la historia sería diferente, mejor aún ver su cara avergonzada de haber convertido sus miedos infundados en una figura femenina.  La manera de cantar al oído d

Hecatombe

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Se escuchó un estruendo y la tierra comenzó a desgarrarse, en la hojarasca las arañas, hormigas, escarabajos y cien pies trataron de escapar, pero algo que no lograron ver u oler los abatió en un instante. El objeto que los masacró parecía moverse lentamente desde la percepción de un insecto, se elevaba y bajaba aplastando miles de seres habitantes de la hojarasca una y otra vez. Debajo de ella donde la humedad del suelo es suficiente, los colémbolos, lombrices, larvas de gallina ciega y babosas, perecieron en lo que a ellos pareció un evento eterno. Conforme el desgarramiento de la tierra continuaba, todos los habitantes de zonas más profundas en el suelo se vieron afectados, las primeras en perecer fueron las tarántulas, seguidas por cangrejos, serpientes, ratones, musarañas, liebres y las enormes ciudades de hormigas. Las conexiones entre los hongos y las raíces de los árboles fueron fragmentadas en segundos, evitando la correcta comunicación de toda la vegetación en la super

Sinfonía natural

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Caminando al borde de una cañada, escuché a los árboles hablar. Sorprendido me asomé para descubrir que se comunicaban en lengua no humana. Sus palabras se manifestaban de manera física, tenían plumas de colores, los árboles parecían lanzarlas al viento, como si discutieran un tema muy distinto al odio.  Me recosté sobre una piedra para escucharlos y me quedé dormido, al despertar los últimos rayos de sol caían sobre sus copas y los árboles que nunca dejan de hablar, murmuraban palabras de pelaje obscuro, su lenguaje nocturno.  Los pastos trataban de imitar la complejidad lingüística de los árboles y producían zancudas palabras que intentaban volar como sus voces diurnas. El agua por su parte, aquel ser inanimado dador de vida, no se quedaba atrás, croaba graves voces, armoniosas como las de los árboles y saltonas como las de los pastos, mientras yo feliz por mi descubrimiento decidí pasar la noche ahí, arrullado por una incesante sinfonía natural.