Cerro Desgarrado

En una libreta de pasta dura que lleva al frente algunas imágenes de los Atlantes de Tula, Quetzalcóatl y un chac mool, están escritas algunas de mis experiencias de campo, la mayor parte se perdió cuando se rompió el disco duro que contenía los documentos que generé en más de un lustro. En la primera página de esta libreta se puede leer la fecha del primer día en que coloqué trampas para hormigas en un cerro al sur de Puerto Vallarta, había elegido la zona porque fue ahí donde pasé mi infancia, pero lo que me llevo a elegir este cerro específicamente, fue la posibilidad de colocar una línea de trampas al nivel de playa, otra a mitad del cerro y una en la cima, de esta manera podría tener una noción de como la altitud podría afectar la distribución de las distintas especies de hormigas, además había diferencias en la vegetación en cada punto de muestreo, esto permitiría abarcar una mayor diversidad de especies. Noté en la visitas previas al primer muestreo que se me facilitaría llegar a la cima del cerro utilizando el arroyo que  se encontraba al costado, peor no tomé en cuenta que sería casi inaccesible llegar al segundo punto que había ideado a la mitad del cerro ya que la pendiente era sumamente pronunciada, pero aún consciente del riesgo, presentía que era un lugar importante de muestrear ¿Qué hormigas podrían habitar un barranco?
El día 02 de noviembre del 2008 comencé a colocar las trampas conocidas como trampas de caída, ya que consisten en cavar un hueco, colocar un recipiente cuyo borde debe quedar al ras del suelo, verter alcohol, colocar un cebo en el centro, cubrir con una rejilla y disimular la trampa con hojarasca. Los insectos que pasaran por ahí  ya sea atraídos por el cebo o por casualidad, caerían y se ahogarían en el alcohol, por eso el particular nombre de la técnica. Yo no contaba con rejilla y eso significó un problema en la playa, pues algunos cangrejos caían en las trampas cada vez que había que muestrear el sitio, y sin duda la pérdida innecesaria de vida me causaba mucha tristeza. Los cangrejos y yo ya teníamos una historia compleja en la que de pequeño me atormentaban en la noches de verano cuando se metían bajo mi cama y hacían ruidos extraños, pensaba que me querían comer pero no me atrevía a bajar de la cama para ahuyentarlos, nunca imaginé que al crecer y comenzar a entender a la naturaleza, descubrí que realidad estaban migrando y mi casa estaba a mitad de su caminoo entre la montaña y el mar, venían a aparearse, pero tanto entonces como hoy se topan con la bella y peligrosa carretera costera donde miles de millones han muerto, disminuyendo alarmantemente la población de estas especies de cangrejos pertenecientes al género Cardisoma, aquí y en muchas otras carreteras costeras de México. A las 11:00 am logré colocar 4 trampas de caída en una línea paralela a la playa a más o menos 30 metros de donde rompen las olas y con alrededor de 10 metros entre sí. Las trampas contenían 3 cebos distintos que incluían atún, fruta y miel, mientras una trampa no tenía cebo pues permitiría tener una mejor idea de si las hormigas y otros insectos caían en la trampas atraídos por el cebo o simplemente porque iban de paso.
Gran parte de los datos sobre hormigas que menciono en este relato provienen del conocimiento transmitido por el profesor e investigador de la universidad en que estudié que en aquella época acepto dirigir la investigación y me alentó a realizar las colectas. Una vez instaladas las trampas tuve que realizar el siguiente paso que el profesor me pidió llevar a cabo, y el que representaba un conflicto enorme para mí, debía de colectar hormigas de forma directa, ya sea atrapándolas con las manos o con un pincel humedecido con alcohol, fue difícil atraparlas de ambas formas, carecía de la práctica necesaria, pero más difícil era saber que quitaría la vida a un ser, sentirme culpable con cada pequeña hormiga que moría me hacía sentir vacío el pecho, como cuando el vapor de un líquido caliente absorbe oxígeno en una botella y ésta a falta del esencial elemento se altera, se presiona y parece perder toda forma, no podía evitarlo, me había pasado la vida llorando la muerte de casi cada ser que perdía la vida frente a mí. Algunas muertes de las mas tormentosas que enfrenté en mi infancia fue las de las gallinas que mi mamá elegía utilizar para el plato del día, la de las hormigas que mi papá mataba porque atacaban el jardín, de las abejas que desafortunadas caían al agua, las lagartijas que mis compañeros querían pisotear cuando entraban al salón accidentalmente y la muerte de uno de mis cachorros. Trataba de no pensar en ello y creía en las palabras del profesor, una vez terminada la investigación, la información generada podría ayudar a que las personas conocieran más sobre las hormigas, pero era la investigación un paso importante para llegar a ello, de lo contrario no habría conocimiento que ofrecer. Con el paso de los meses mis coletas directas mejorarían, pero en este primer momento el número de hormigas que obtuve fue quizá el más bajo de todos.
El proceso de colocar trampas y colectar hormigas se debía repetir en cada punto, el barranco donde coloqué la siguiente línea de trampas formaba un ángulo casi recto con el asfalto de la carretera, descubrí las dificultades que representaba mientras accedía ahí. Primero había que subir por un costado del cerro agarrándose de los troncos de las plantas que crecían al costado, varias especies de estas plantas utilizan a los animales que pasan como medio de dispersión de semillas, por lo que al subir no quedaba de otra que dejar que la ropa se llenara de estas estructuras pegajosas que las semillas tienen para adherirse al pelo. Una vez alcanzado el punto medio del barranco había que moverse a través de la pared casi vertical agarrándose de los troncos de los árboles que lograron crecer en estas condiciones peculiares. Resbalarse podría acabar en un accidente mortal tomando en cuenta la altura y los carros de gran tamaño que pasaban a prisa. Debo adelantar que en el tercer mes de muestreo mi profesor vino a campo y tuvimos que mover este punto de muestreo por los peligros que representaba, sin embargo fue el sitio que después llevaría a mi profesor a publicar una nota científica donde se mencionaba un primer registro del género Anochetus para el estado de Jalisco, dos o tres hormigas de este género cayeron en mis trampas, de hecho me parece que no volvimos a encontrar ningún ejemplar como este en otros puntos de muestreo. Definitivamente me hubiese gustado continuar muestreando ahí a pesar del peligro, pero lo que resultó de dos visitas valió la pena.
Debido a la construcción de tres torres que pertenecen a un desarrollo turístico vecino de la zona la cima fue deforestada y aplanada, lo que fue el tercer punto de muestreo durante mi trabajo no existe más, fue este hecho el que llevó a rebuscar en los recuerdos y mis notas de campo la información que mezclada con mi historia personal nos ayude a conocer el valor de existencia de estructuras naturales como esta, además de conocer los beneficios que nos aportan y la gran biodiversidad que las habita. Regresé al lecho del arroyo con intención de llegar a la cima, pero dejar atrás los sonidos familiares aunque todavía se escuchaban a la distancia y enfrentarse a la paz que existe en la naturaleza es aterrador para los que hemos pasado largo tiempo en la ciudad, además era de mi conocimiento la existencia de jaguar en la región, cuando era niño el felino mató a uno de mis perros y constantemente atacaba a los animales domésticos de un tío  que vivía al sur de ahí. El encuentro más cercano que tuve con esta especie conocida científicamente como Pantera onca, fue una mañana que mi madre y yo nos quedamos solos en casa, los perros ladraron y se lanzaron en grupo a la montaña, a escaso 50 metros una figura larga y negra daba brincos de casi tres metros y dejaba fácilmente a los perros atrás, y aunque en aquella época le llamamos "La pantera" supe en la universidad que era un Jaguar melánico, jaguares que por variaciones genéticas nacen de pelaje negro en lugar de moteado. Tomando en cuenta estás experiencias, el terror que sentía casi me hace regresarme de ahí sin colocar las trampas, pero no podía rendirme cuando era el único sitio que me faltaba. Cuando por fin llegué a la cima descubrí que era una zona del palmar, la especie imperante era la Attalea guacuyule una palma de coco de aceite cuya pulpa es comestible y del corazón se extrae aceite utilizado para hacer un platillo llamado "Cuala" que es tradicional en la costa de Jalisco y Nayarit, anteriormente había plantaciones enormes en la para extraer este aceite de la planta, que si no me equivoco también fue usado como combustible. En mi mente ocurría una película de terror, apenas rocé una rama de las palmas a mi alrededor y unas manchas obscuras salieron volando, salté un poco, pero estuve seguro de que había sido un ave, coloqué la primera trampa con el corazón palpitando fuertemente, y camino a colocar la segunda trampa me topé con las marcas en el suelo de un grupo de Pecaríes de collar o Pecari tajacu, el suelo había sido removido y algunas raíces estaban expuestas, más tarde tuve certeza de que fue esta especie quien dejó las marcas porque un mastozoólogo que lleve al sitio apoyó la idea con sus comentarios sobre dichas marcas. Sabía que si se les molesta eran agresivos, lo había descubierto alimentándolos en el zoológico del puerto en el que trabajé un sólo día, en documentales y gracias a mi cursi de mamíferos en la universidad. Imaginaba que habría una hembra Alpha, éstas por lo general  pueden ser muy agresivas, así que al contrario de calmar mis miedos, sentí mayor pavor de continuar en el sitio. Coloqué la segunda y tercera trampa de prisa, el suelo era arenoso y sin tanta hojarasca, pero la cuarta coincidía con una palma de unos 20 metros que tenía mucha hojarasca alrededor,, ya que ahí terminaba el palmar y comenzaba una zona arbolada. Debajo de la hojarasca coloqué la trampa, teniendo mucha precaución para evitar alacranes, arañas o serpientes. Colecté de manera directa las hormigas que pude alrededor y hui del lugar, estar solo con la naturaleza me fue muy atemorizante, la amaba, pero estando solo me aplastaba. A pesar del temor que estar ahí me generaba, hube de repetir mi visita al sitio 28 veces más y no tenía ni remota idea ese primer día todas las experiencias que habría por venir.

Nota: Hay mucho más todavía que decir de ese cerro y las especies que le habitan, gracias por leer esta pequeña introducción. Aquí les dejo el link de la nota científica que mencioné en el texto: http://www.scielo.org.mx/pdf/azm/v27n3/v27n3a25.pdf



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