La araña saltarina y un hombre
La vio por primera vez sobre la pared cercana al lavadero de su casa, pensó
al instante que era una de las más hermosas arañas saltarinas que había visto,
y es que desde niño se sintió muy atraído por observar el mundo de los
artrópodos; hormigas, saltamontes, luciérnagas y arañas eran su objeto de
interés, no obstante las arañas saltarinas siempre tuvieron un lugar especial.
Probablemente era un macho de una especie no identificada pensó, al menos no
identificada por él. En el pasado había conocido a un investigador al que ayudó
a encontrar una araña que había colectado 20 años atrás, ésta sería la prueba
de su descubrimiento de una nueva especie. Este investigador le enseñó que las
arañas saltarinas son como las aves del paraíso, los machos son coloridos y
hacen un tipo de baile muy complejo para cortejar a las hembras, las hembras
por su parte suelen ser menos llamativas para estar protegidas de los
depredadores.
La araña tenía una cabeza negra con 4 ojos al frente y otros 4 sobre
ella, pero estos últimos podrían quizá tener la función de captar luz y
movimiento con el objetivo de estar alerta. El abdomen y las patas eran de un café muy
tenue y estaban cubiertas de pequeñas vellosidades. El dorso o espalda, era el
punto más llamativo, con un fondo de color negro atravesado de manera vertical
por rayas amarillas y verde. Su cuerpo medía un poco menos de un centímetro,
pero era el tamaño necesario para ser el mejor depredador, sobre todo de esas
pequeñas hormigas rojas que no alcanzan ni dos milímetros de longitud.
La araña movió la cabeza
velozmente y observó el gigantesco cuerpo humano, le observó atentamente como deseando
prever cualquier ataque, y es que con un humano cerca hay que estar siempre
alerta. Millones de arañas han muerto debido a los ataques de pánico que causan
en los hombres, que sin pensarlo las azotan con la mano, el pie, un huarache o
el zapato. Millones de arañas que no podrían matar con su veneno a un humano
aunque quisieran vengar todas las muertes de sus hermanas. La araña ancló una tira de su telaraña a las
irregularidades de la pared, que son imperceptibles para el ojo humano. Saltó
velozmente y se alejó para continuar su búsqueda de la gran procesión de
diminutas hormigas rojas que son guiadas por sus audaces exploradoras, aquellas
dedicadas a aventurarse lejos de la colonia dejando rastros químicos que
servirán de sendero en caso de encontrar comida, si hay comida al final de este,
el rastro será más intenso conforme llegan las obreras, pero si ese sendero no
lleva a la comida, nadie lo sigue y se desvanece. La araña aprovechaba el
diligente caminar de las hormigas que parecía bloquearles de lo ocurrido a su
alrededor para saltar sobe ellas, cobrando así varias víctimas al día.
En cualquier rincón obscuro del
edificio podían encontrarse telarañas rodeadas por cientos de cuerpos de
hormigas, cuerpos en su mayoría frágiles porque su interior fue disuelto con el
veneno de las arañas y ágilmente succionado como si fuera un licuado de esos
que toman las personas en la mañana cuando quieren bajar de peso. La araña
saltarina no estaba sola, un ejército de distintas especies de arañas luchaba
con ella para lograr el balance en la población de hormigas. Junto a ellas, además
se encontraban los geckos que también son conocidos como besuconas
por el sonido que hacen al comunicarse entre ellas, estos ruidos suenan a
besos, es por eso quizá que la gente no las mata, e incluso les tiene respeto
ya que bien saben que se alimentan de insectos que no les agradan, incluyendo a
las nocturnas polillas que son atraídas por la luz de las lámparas. Las
hormigas aunque molestas también tienen un lado bastante bueno, estas guerreras
atacan a las larvas de mosca que crecen en la basura, sobre todo cuando el
carro de la basura pasa antes y no alcanzas a sacarla, así que a pesar de su
constante batalla contra las hormigas, ese hombre interesado en la vida de los
insectos, colocaba ofrendas de pan a las hormigas cerca del lavadero, pensando
que quizá evitarían llegar al lavadero y morir ahogas cuando el enjuaga los
trastes.
La siguiente vez que se
encontraron, la araña caminaba sobre la orilla de una repisa donde el hombre
solía colocar las especias y semillas que utilizaba al cocinar, este era otro
lugar donde las hormigas abundaban, de vez en cuando de hecho, lograban
encontrar paso al interior de los contenedores y consumían todo lo que
encontraban en ellos. El hombre la vio de lejos y se alegró, le lanzó una
sonrisa y pensó en lo beneficioso de su presencia, él mismo había sido mordido
y picado por esas diminutas y rojas criaturas decenas de veces, era momento de
que un depredador se encargara de ellas. Caminó a su cuarto pensando en la
araña, ella se mueve quizá en un área no mayor a los 5 metros cuadrados creyó, ya
que le pareció haberla visto antes en la misma zona, y es que aunque suene limitado,
este espacio es un inmenso territorio para una pequeña arañita como ella. Si él
fuera una araña saltarina, quizá podría saltar por todo el sendero de los
Apalaches sin cansarse tanto o cruzar el canal de Panamá sin verse obligado a volar
a Sudamérica, pero esos eran sólo sueños, aunque no para la araña, ella saltaba
libre entre las latas de sopa como si fueran montañas.
La tercera vez que le vio, o
mejor dicho, la tercera vez que fue consciente de verla, ella bajaba por el lavadero sin saber que sería una
idea catastrófica, él ya había dejado correr el agua con que se enjuagó las
manos, y aunque la corriente no la alcanzó, presa del pánico, la araña saltó accidentalmente
al agua, al instante nado al fondo y se sostuvo al concreto, mientas él, apenado
por la situación que había provocado, quitó el tapón para dejar fluir el
líquido lo más rápido posible y que ella tuviese acceso al oxígeno, sin embargo
la fuerza de succión podría llevársela, por lo que obstruyó la coladera con las
manos. Al filtrarse casi toda el agua, la araña todavía se encontraba con vida.
Cuando notó que se movía trató de ayudarle empujándola fuera del agua, pero la
araña cayó por error a un pequeño charco, él siguió intentando rescatarla y cuando
lo logró, las extremidades de la araña colgaban inertes. Angustiado decidió
soplarla para secar el agua, sopló en repetidas ocasiones con gran esfuerzo y de
pronto la araña movió las piernas en un espasmo que parecía de más agonía que
de recuperación, de inmediato quedó inmóvil. Tiempo más tarde él creyó verle
vibrar, pero perdió la esperanza cuando ya no pudo contar el tiempo en segundos
y tuvo que usar minutos para contar cuanto llevaba sin moverse.
Dos o tres minutos pasaron desde
que la araña había perecido, él se sintió culpable y se recriminaba pensando “si
tan sólo no hubiese derramado agua en el
lavadero, ninguna tragedia hubiese ocurrido a la araña”. El equilibrio de la
vida en la cocina quizá sería alterado sin la araña, las hormigas invadirían
todo si no tenían un depredador capaz de diezmar su numerosa población. Toda
comida olvidada sobre la mesa o la estufa correrá peligro, por lo que tendría
que trabajar en un plan para evitarlo. Varias personas habían ya pensado que
fumigar el edificio, sería lo correcto para terminar con la plaga de hormigas,
pero él no quería fumigar su departamento, al morir las hormigas morirían todos
los bichos que no causan daño, como las arañas que además de atacar hormigas,
también consumen mosquitos, moscas, escarabajos, termitas y otras plagas. Pero
ella, la gran heroína, ya no seguiría saltando aquí y allá en busca de las
criaturas que atacan la despensa, él ya no tendría motivo para sonreír porque
ya lo la vería vivir y actuar como una araña debe hacerlo y ella ya no le
observaría con sus enormes ojos que parecen verlo todo con mucha claridad.
De pronto se acordó de una serie
de televisión donde una bruja del bosque resucitó a un conejo colocándole las
manos sobre su cuerpo como transmitiéndole energía, y aunque la idea le pareció
ridícula por segundos, pensó que sería más ridículo perder la esperanza o
tratar de darle respiración de boca a boca sabiendo que en lugar de boca tiene
otras estructuras bucales que los entomólogos llaman quelíceros, nada
compatibles con una boca humana, vamos ni pulmones tienen, él creía que de
hecho respiran a través de tráqueas conectadas a la piel. Así que evocando a la
bruja de su serie favorita, colocó su dedo índice sobre la araña y pidió que
viviera, que tuviera una oportunidad más de vivir y seguir cazando hormigas,
pedía con toda su energía a todo el universo que le socorriera, fue entonces
que sintió un hormigueo intenso en su dedo, quizá porque lo tenía rígido, como
esperando que algún tipo de poder saliera de este. Como la araña seguía sin
moverse, pensó que no sería suficiente un dedo, así que colocó la palma de su
mano, volvió a pronunciar su deseo de que la araña viviera y esta vez vio las
imágenes de las distintas ocasiones en que vio a la araña posada en diferentes
lugares de la pared de su cocina y casi derrama una lagrima causada por las
emociones de haberla conocido. Se le había ido una aliada, había perecido un
espíritu libre, talvez antes de tiempo, talvez por su culpa. Así entre
remordimientos y recuerdos, pasaron dos minutos, fue entonces que decidió darse
por vencido, no tenía sentido creer que de repente podría adquirir poderes en
nombre del apego que sentía por los arácnidos de su cocina, así que movió la
mano y la superficie donde antes había estado el cuerpo de la araña, estaba
vacía.
Las hormigas no podían habérsela
llevado tan rápido pensó, esta araña es un depredador que se convierte en presa
al morir, pero las hormigas tardarían horas en poder destrozar y mover el
cadáver. Se sorprendió mucho al
descubrir que se encontraba a unos centímetros de su mano, ésta se limpiaba el
rostro que todavía estaba húmedo, momentos después saltó por la ventana y
siguió su camino pared arriba en búsqueda de presas. El hombre se sorprendió,
lo más lógico es que la araña no había muerto después de todo, sólo que le tomó
un largo rato reponerse, o talvez pensó, es el amor tan fuerte que puede
regresar seres a la vida. Lo cierto es que ese día el hombre no empezó a mover
objetos con la mente, tampoco a volar por los cielos, y mucho menos controló el
clima, pero sí se sintió muy agradecido de que la araña no pereció en aquella
ocasión, razón que alimenta su creencia de que es importante amar a todo ser
sintiente, y que si bien no se puede resucitar a los muertos, la vida sí otorga,
segundas oportunidades.
De vez en cuando el hombre veía a
la araña saltarina sobre las paredes, siempre siguiendo el rastro de la gran procesión
de hormigas, ella brincaba libre mientras él, sonreía. Un día no vio a una sino
varias arañas saltarinas de la misma especie cazando hormigas en la zona del
lavadero, pareciera toda una familia de arañas saltarinas ante los ojos
humanos, para él, sólo un importante logro del balance entre la vida y la
muerte en la naturaleza.
Nota: Las imágenes no me pertenecen, son ilustrativas y no son la misma especie que se menciona en el texto.
Nota: Las imágenes no me pertenecen, son ilustrativas y no son la misma especie que se menciona en el texto.
Didáctico y capaz de ser un texto entre poético y de divulgación, crea una expectativa, anhelos y acompaña la emoción, en su lectura, del amor a la vida del hombre en cuestión. Importante revisar ortografía y alguna puntuación para mejorar el estilo. Gracias nuevamente, disfruté la lectura.
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